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Magia de Mentira

Música

Música a la carta

Música. A todo el mundo le gusta. Es una manera como cualquier otra de transmitir cultura.

Hace unos años la gente no compraba discos porque estaban "muy caros". Incluso llegué a escuchar razonamientos basados en el hecho de que un CD virgen constaba muchísimo menos y que por lo tanto era prácticamente una ignominia pagar una cantidad superior a 5 euros. Aparentemente, los músicos, técnicos de sonido, estudios de grabación, responsables del maquetamiento, artistas del folleto interior, managers y demás no comen. Bueno, qué coño, quién necesita excusas: la realidad es que si un indiviudo puede elegir entre conseguir un disco gratis sin moverse de casa o conseguir un disco pagando con el inconveniente añadido de tener que trasladarse a un centro especializado la elección será bastante fácil. No hay de qué avergonzarse: es un proceso racional completamente lógico. La ética es otro problema diferente.

Otro argumento interesante es que descargar música por internet es una manera muy efectiva de conocer nuevos grupos. Esto razonamiento es completamente irreporochable. Sin embargo, parece que no hay mucha gente que busque soluciones alternativas legales o, por qué no, más efectivas.

Bienvenidos al Proyecto Pandora. La premisa es sencilla: el usuario introduce el nombre de una canción o artista que le guste y la página selecciona, basándose en cientos de datos musicales, otras canciones similares. Por otra parte, se el usuario puede introducir más variables manualmente o descartar canciones que no concuerden con sus gustos.

De momento, y en teoría, sólo es legal para los usuarios norteamericanos, pues los encargados tienen que lidiar con las reyes de copyright de cada país. Por ese motivo piden el código postal. Se ruega creatividad. Una serie de ceros suele aceptarse como código zip en muchos sitios web.